lunes, mayo 08, 2006

Enrique Winter

DE "ATAR LAS NAVES"


Soltar la cuerda

Nunca aprendimos a saltar la cuerda.
Mis padres la olvidaron
en el bazar de Presidente Errázuriz
dos nueve cero uno.

Al techo del lugar sigue amarrada,
balanceando a mi abuelo.



En la vereda

Las micros trotan y son nuestras naves.
El continente Pueblos, por pequeño,
no tiene terminales ni es porteño.
Sentarse en su vereda a ver las aves,

ojo de pez soy sin boletos, sabes,
es prender fuego a guías de Carreño,
al siglo y al comercio en cada leño,
ver ascuas de tu cuerpo y de tus claves.


Sentarse en la vereda de un pueblito
es darle un fulminante gancho de box al
tiempo
y a la ruma de libros y a las
monedas y a ti.



Terminales comunes

Sólo la vuelta de otras niñas en bicicleta
da origen a la plaza en donde puedo
escribirte.
Los círculos concéntricos del cielo
trazan decenas de gaviotas

mientras tu mano se esculpe a sí
misma
(vuelos de águila sobre el tocador).

Estos retoques a la piel del mar
hacen de los pelícanos cucharas
en las pestañas del océano.

El agua es tu perfil,
oculto por la niebla de los puertos
girando en bicicleta.

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TRADUCCIONES DE PHILIP LARKIN



Pésame en blanco mayor

Cuando pongo en un vaso cuatro cubos
tintineantes de hielo, tres porciones
de gin y una tajada de limón;
dejo a un cuarto de litro de agua tónica
que se vacía en sorbos espumosos
suavizar todo el resto desde el borde,
y en una íntima plegaria brindo:
Él consagró su vida a los demás.

Mientras otros usaban como ropas
a los seres humanos en sus días
yo me planteé traer muestras perdidas
a quienes me entregaron su confianza;
no anduvo para mí ni para ellos,
pero el asunto fue cuánto más cerca
(nos parecía) que quedó la fiesta
a habérnosla perdido separados.

De buena cepa el tipo, muy decente,
tan recto como un roble, uno de los mejores,
ganador, un ladrillo, un deportista eximio,
cabeza y hombros sobre los demás;
¿cuántas vidas serían más opacas
si él no hubiera estado aquí en lo bajo?
Brindemos por el hombre más blanco que conozco
-aunque el blanco no sea mi color favorito.


Ventanas altas

Cuando veo a una pareja de jóvenes
y supongo que él se la tira y que ella
toma pastillas o usa un diafragma,
sé que esto es el paraíso.

Todos los viejos lo han soñado en vida:
dejar los nudos y gestos de lado
como a una vieja trilladora y todos
los jóvenes en largos resbalines

a la felicidad, sin fin. Pregúntome
si alguien al verme hace cuarenta años
luego pensó, Así será la vida;
no más Dios ni sudar cuando esté oscuro

sobre el infierno y lo demás, debiendo
guardar tu opinión sobre el cura. Él
y su pandilla irán al resbalín
como malditos pájaros libres. Y de inmediato
más que en palabras, pienso en ventanas altas:
el vidrio que contiene al sol
y más allá de él, el profundo azul del aire, que muestra
nada, que está en ninguna parte y no tiene fin.

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LIBROS PUBLICADOS

"Atar las naves" Ediciones del Temple, 2003.

ENLACES

Poemas y críticas: Ediciones del Temple/ Página de Alejandro Lavquén/ Proyecto Patrimonio.

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